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Se acabó la tranquilidad, también en el aire

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Ya se sabe, en Ibiza es abrir la primera discoteca y comenzar a sonar el primer ‘chunda’ y acabarse la tranquilidad. Es el momento en el que oficialmente se pulveriza la calma del sufrido vecino, que a partir del fin de semana de openings entra en una espiral de beach clubs, discotecas y party boats atronadores. El ruido, la fiesta y la bacanal no dejan resquicio y se expanden por tierra, mar y aire

La fiesta, por las nubes.
La fiesta, por las nubes.
Porque sí. No basta con que tengamos música y clubbers hasta en la playa. También por mar nos invaden los party boats. Y en el aire los aviones se convierten en una especie de discoteca aérea.

De esto último quería hablar. Este pasado fin de semana de las aperturas cogí un vuelo entre Madrid e Ibiza. Un trayecto que se convirtió en un opening más. Para empezar, en el avión viajaban cuatro despedidas de soltero, tanto femeninas como masculinas, con sus correspondientes integrantes ya borrachos y disfrazados. Pero no eran los únicos folloneros. Gente de toda edad y condición vociferaba y tomaba alcohol. Ya se sabe, en Ibiza todo está permitido. Y la fiesta comienza en el mismo vuelo.

Los sufridos residentes que regresábamos a casa estábamos alucinando pepinillos. El volumen de los fiesteros era muy alto. Los gritos eran continuos y tras el despegue uno de ellos profirió un sonoro aullido diciendo «¡Viva Ryanair!» que jalearon sus colegas. No solo eso. El pasillo estaba lleno de chicos y chicas paseando sus vasos de cerveza y obstaculizando el paso de todo bicho viviente, también de la tripulación. Las azafatas parecían más camareras del Space que otra cosa, porque tenían serios problemas para entender las bebidas que les estaban pidiendo debido al ruido que había. El vuelo fue muy pesado, un auténtico despropósito e intenté no pensar en qué podía pasar si toda esa gente borracha se llegaba a desbocar. Por suerte, aterrizamos correctamente, aunque antes de que el avión se detuviera del todo, los pasajeros ya empezaron a levantarse. La sobrecargo, ya harta, tuvo que ponerse muy seria y abroncar a los presentes recordándoles que «esto es un avión». Algunos parecían haberlo olvidado.